sábado, 4 de febrero de 2012

Un cuervo voló sobre mi

Caminando tranquilo por las gélidas calles de mi amada tierra, observé como un pájaro planeaba sobre mi. Me resultó curioso y no pude evitar contemplarlo curiosamente. Me di cuenta de que era un cuervo, por lo que inmediatamente una sensación inquietante recorrió mi cuerpo a la par del frío que atesora el clima por aquí.

Seguí andando hacia mi destino, sintiéndome observado por ese oscuro animal alado, sinónimo de malos augurios. Maldita manía que ha tenido la gente con asociar significados nefastos a cosas que no se caracterizan por tener colores alegres. Siempre, desde que recuerdo, me ha llamado la atención que se vuelquen todos nuestros miedos en tonterías; y éstas pasarlas de generación en generación. Me imagino que así será hasta el fin de nuestros días.

No deja de ser curioso que dichos miedos sean etiquetados en personajes secundarios, que nada tienen que ver con dicha historia, más cuando nuestro principal y más peligroso enemigo somos, sin duda alguna, nosotros mismos. Supongo que lo hacemos así para evitar cargar con ese peso que deberíamos llevar sobre nuestros hombros, pero bueno, sólo lo supongo.

Así se ha escrito parte del guión de nuestras vidas, inculcándose, sutil pero conscientemente desde que nacemos. Estigmatizando a otros que pasan a ser defenestrados para la posteridad, sin preocuparnos lo más mínimo sobre las posibles repercusiones que dichas acciones conllevan.

A fin de cuentas, el cuervo será una mala señal, un mal indicio, pero muchas veces los más vistosos, los más coloridos, esconden al ser más mortífero, más letal, al de peor augurio; y esto es algo que nos tendríamos que aplicar a nosotros mismos, a nuestras vidas; es decir a nuestros principales enemigos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario