
Volumen 1: 'Tensa espera del amanecer de un nuevo día.'
Comenzamos el primero de los volúmenes y que mejor manera que hacer que contando como es la espera el día antes de un día de surf.
La única diferencia entre la noche antes y un día normal, es que los sentimientos están enfatizados, la tensión aumenta y las ganas ni os cuento.
En la noche antes, te analizas, ves si estás en estado óptimo, el surf no es ninguna coña y te puedes llevar sustos más que serios, desde enano tengo un lema, de una frase que me dijo mi padre y que he grabado a fuego en mi "al mar no se lo puede tener miedo, pero lo que hay que tenerle es respeto". Rezas para que al día siguiente, estés bien, no te quedes dormido; sueñas con esa ola, esa inmensa ola de derechas, carente de espuma y que te avise de que va a romper con ese sonido ronco, ese sonido cautivador e hipnotizante, así te quedas dormido, soñando con ese amanecer, esa mañana donde madrugar no es un problema, es más, madrugar es un lujo, como un lujo es el surf.
La cuestión es que al despertar te encuentres bien, he tenido unos cuantos sustos en el agua, y eso que de aquéllas estaba físicamente perfecto, el mar es impredecible, y nunca sabes que es lo que te esperas de él. En el agua no eres nada, eres una mierda, el mar es poderoso y hará contigo lo que le venga en gana. Él es tu dueño y tu un mero peón en su eterna partida de ajedrez. Con el mar no se juega, es más, el mar juega contigo. Si te rompe una ola encima duele, si una ola te tira duele, cada golpe de mar, te va minando, la espuma, no dejar de remar, las corrientes, la temida lavadora, tu propia tabla puede darte un susto que desgraciadamente a veces, pero por lo menos por aquí pocas veces, puede acabar en tragedia. Así de crudas son las cosas, no vamos a ir de cínicos ahora.
Una vez de pie, en mi caso y después de la rutina higiénica diaria, desayuno lo de siempre, con los cascos insertados en los oídos, preparo las cosas, y me despido de mis padres.
Despedirme de mis padres es de esos momentos álgidos, ellos todavía siguen en cama, les doy un beso a cada uno y les digo que me marcho, que volveré a la hora de comer. Cojo las llaves del coche y salgo por la puerta de casa con mi mochila y cierras la puerta con una mezcla de sentimientos, por lógica no tiene que pasar nada, pero resoplas mientras esperas el ascensor, resoplas mientras te sientas en el coche, pensando que igual acabas de salir de casa por última vez, y te has despedido de tus padres por última vez.
Cuando sales ya a la carretera unos kilómetros es lo que me separa de la playa, de Foxos casi siempre o de La Lanzada o de Montalvo, la Playa de los Muertos, Caneliñas, Canelas, Silgar o punta Fontenla.
Siempre lo he dicho, el surf no es sólo un deporte, el surf es más que un modelo de vida, el surf es un sentimiento que se lleva dentro y esto sólo acaba de empezar.
-- FIN DEL VOLUMEN 1 --