
Que tu mente sea un cúmulo de cenizas es lo que suele ocurrir cuando estas inmerso en pleno periodo de exámenes.
Horas intensivas en la que obligamos a la mente a absorber una cantidad excesiva de conocimientos, los cuales, la mayoría de ellos son considerados enemigos por nuestro cuerpo. Y por supuesto, llega un momento en que nuestro cuerpo y nuestra cabeza dice basta; y es ahí cuando nuestro cuerpo experimenta unos efectos secundarios dignos de cualquier película de terror o drama. Falta de apetito, zombie face, insomnio por la noche, somnolencia por el día, pérdida del raciocinio y de la lucidez mental; lentitud motora y de compresión de datos. Lo que en resumen se dice "estar hecho una mierda".
Lo que más me fastidia en mi caso es la monotonía, da igual el día que sea, prácticamente harás lo mismo. Lo peor de todo suele ser en el comienzo de un nuevo largo día de estudio. Suena el despertador, y el sonido de marras, penetra en ti como la peor tortura del mundo. No te quieres levantar, tienes sueño, pero te has llevado tal susto con el despertador que sabes que tienes 5 minutos para levantarte o volverte a quedar dormido. Supongamos que nos levantamos, en mi caso, si me doy levantado, mi camino hacia la ducha es tétrico y tortuoso; enfilar el pasillo de mi habitación hacia el baño es sinónimo de ir mascullando algo en un idioma extinto, mientras parece que juego al "pinball" con mi cuerpo y las paredes del susodicho pasillo.
El tema ducha, ya es de por sí, infrahumano, el primer contacto con el agua suele ser traumático, esta fría y tú dormido, es un choque de trenes que suele terminar con un "me cago en la puta!!!"; después de calibrar la temperatura del agua (cosa que a veces parece imposible) te pasas ahí en remojo durante un buen tiempo, a veces con minisiesta incluida con el peligro de ahogamiento latente o en su defecto un buen golpe si eres de los que cabeceas.
Sales de la ducha en modo pasa, sigues mascullando el idioma extinto pero con algo más de nitidez, te miras al espejo y no te ves a ti, más bien una especie de componente de "KISS" debido a tus ojeras. Te lavas los dientes haciendo caras, sabes que es ridículo, pero lo haces y te parece divertidísimo.
Llega la hora de preparar el café, normalmente mientras esperas a que el micro lo caliente, Morfeo te visita y te hechas otra cabezadita, interrumpida soez-mente por el pitido del micro, pegando un salto y tensionando tu cuerpo en modo alerta. Una vez que retomas el contacto con la realidad procedes al retirado de la taza mientras sigues mascullando palabras no aptas para menores de 18 años.
Vestido, desayunado y amargado, sales de casa para ir a la biblio; todo el mundo a tu alrededor te parece feliz, los odias por ello.
En la biblio con suerte tendrás amigos o compañeros con los que compartir descansos, cigarros, "cafeses" y experiencias sobre los estudios y demás artes. Lo genial de esto, es que en exámenes, el sentido del humor no se agudiza, es más, se baja el listón de manera colosal, alguien dice "BU!" y te pasas dos horas riéndote como un descerebrado; tenemos que reconocer que es de lo mejor, en esta época eres capaz de reírte de las cosas más estúpidas del mundo, pero de alguna manera hay que destensarse.
Y así pasan tus días, sea lunes, martes, viernes, domingo, festivo nacional, autonómico o local. Lo único que sabes es que quedan X días para el siguiente examen !qué más da¡ Tu cabeza esta bajo mínimos y no te enteras de nada, sólo coges tu rutina y pista.
Tienes la mente quemada, pero lo bueno es que consigues desconectar y reírte a pesar de que en estas épocas la vida no es vida, por mucha ceniza que tengas acumulada dentro de tu cabeza.
Y mejor no profundizar en el tema porque uno de los post sobre comportamientos irracionales se basa íntegramente en nuestros actos en una biblioteca; así que al césar lo que es del césar; es más, tengo que seguir con mi rutina de exámenes; supongo que serás cosas que pasan.